A mi amigo el Moro, sus amigos le
llamamos así por su apellido: Mora.
Mi amigo el Moro es uno de los
tipos más interesantes que conozco. Debe andar por el medio siglo vivido, es
decir, ha dado más de cincuenta vueltas al sol. Es un hipocondríaco, sufre
habituales trastornos de ansiedad, es diabético, toca la guitarra y canta en ‘Los
viejos verdes’ y va por la vida montado en su honda shadow.
Mi amigo el Moro y yo nos
cruzamos en la vida no hace demasiados años mientras ambos navegábamos por las
turbulentas aguas de la música; su grupo y el mío compartimos baterista. Desde que
nos conocimos, ambos supimos que nos íbamos a llevar bien; me pasa muy a
menudo, es como un flechazo, al poco de conocer
una persona, tengo el presentimiento de cómo va a ir la cosa, si merece la
pena, si no. Ahora que lo pienso, algo de presentimiento habrá, pero realmente
las personas no dejamos de mandar mensajes a los demás a cada segundo, con
nuestro discurso, nuestra expresión de la cara, la disposición del cuerpo, etc…
Con el Moro creo que ambos tuvimos muy claro que la cosa iba a ir sobre ruedas.
Y sobre ruedas fue, nos unen nuestras grandes pasiones, la música, las motos,
los bares, las chicas. En cuanto a esto último, no nos une mucho; a mi amigo el
Moro le gusta un tipo de mujer que nada tiene que ver con la que me gusta a mí.
Su frase preferida para describir a una chavala ideal es: ‘que no chape’ y a
mí, sinceramente, me da igual que chapen o que no.
Mi amigo el Moro escribe de puta
madre, se trate de canciones, de relatos cortos o historietas de su juventud,
lo hace de una manera soberbia, lo hace muy Bukowski, pero con ramalazos emotivos
a lo Byron, con una pizquita de Wilde, todo sazonado con unos gramos de
Hemingway. Mi amigo el Moro escribe realmente bien. Tenemos el proyecto en
mente de escribir una novela a medias, como Ana Rosa Quintana, pero a medias de
verdad (esta mala baba gratuita es porque he madrugado un huevo hoy…) pero
supongo que jamás llegará a término, somos demasiado inconstantes los dos.
Mi amigo el Moro es del Atleti y
en los mundiales va con Paraguay por joder. Como hitos importantes en su vida
está el de mantener la salud que ostenta a los cincuenta después de castigar a
su cuerpo como lo hacía y lo hace y, sobre todo, haberse trajinado a un
personaje público. Al respecto de esto último, reconozco que no controlo mucho
este medio, de modo que, por precaución no daré nombres, sólo pistas. Mi amigo
el Moro se trajinó a una mujer que actualmente es una política de primera fila
de nuestro querido país, una tipa que nada tiene que ver con la ideología
política del Moro (yo creo que eso ayudó a que el Moro le diera lo suyo y lo de
su prima), y a la tipa en cuestión, parece ser que le gustó la idea de hacer
ocho nudos a un fular de seda (nada tosco, que era toda una señorita) y bueno,
pues eso, ocho nudos… qué grande es mi amigo el Moro.
Me encantan las historias de
juventud de mi amigo el Moro, esas drogas con nombres de medicamentos (bueno, ¡qué coño! ¡es que eran medicamentos!), ese Madrid canalla y putero, sus colegas
drogatas, garitos que ya no existen, hostias en motos...
Mi colega el Moro trabajó muchos
años en publicidad, hasta que hace dos o así, le echaron a la calle, según él,
el puto internet está destruyendo más empleos que Rajoy quien, por cierto, no es
el personaje de la política que se trajinó el Moro, al menos que yo sepa. Y
ahora, mi colega el Moro, está detrás de cumplir uno de sus sueños, que es
abrir una taberna. Se llamará ‘taberna la moderna’ y cuando esté abierta, será
un sitio que recomendaré a todo el mundo. Promete buena musiquita de fondo,
exposiciones, buenos caldos y buenas viandas. Además, si el cliente tiene
suerte y pilla al Moro con un día inspirado, seguramente le cuente como
introdujo, uno tras otro, los ocho nudos de ese fular en el ano de aquella
política innombrable. El Moro dice que va a ser el Café Gijón de la zona norte de la capital.
Para el que tenga curiosidad, ya
tiene varias pistas para cruzarse al moro en su vida. Un concierto de ‘los
viejos verdes’ o un vino en 'taberna la moderna’
Mi colega el Moro está que si se
separa de su mujer o que si no… y yo, como buen psicólogo, nunca le animo a
ninguna de las dos, me limito a pasarle cajas de Lexatín cuando caen en mis
manos, luego la verdad, es que el tío comparte, si me ve con una tarde jodida
como la del otro día, me da uno a mí; compartir es vivir.
Al igual que con el Barullo,
podría seguir todo el día contando cómo es mi colega el Moro, pero con este
retazo bastará. Únicamente escribo estas movidas por si en algún momento de mi
vida pierdo completamente la memoria. Con estas líneas y alguna de las muchas
fotos que tengo de mi colega el Moro, me haré una idea del personaje.
El Moro es otro tipo que merece
realmente la pena. Os presento a mi colega, el Moro: