miércoles, 29 de enero de 2014

Mi reloj ha muerto

Los relojes me apasionan. Nunca he tenido grandes relojes, ni colecciono, pero soy de los que se quedan embobados con los anuncios que aparecen en los periódicos, en blanco y negro.
Nunca he tenido grandes relojes porque los grandes relojes son muy caros. No me gustan todos los relojes, me gustan casi en exclusiva los relojes mecánicos, en general cualquier reloj que no requiera de un cambio de batería para seguir funcionando.

Desde hace unos cinco o seis años llevaba en mi muñeca un reloj mecánico Viceroy precioso. Muy bonito, pero que me ha dado más problemas que un dolor. Poco preciso, poco resistente, poco estanco… Mi reloj era muy bonito, realmente bonito, pero tirando a malo.
Siempre me ha apasionado la idea de que ese reloj iba a durar exactamente lo que durase su dueño, es decir, yo. Mientras mi cuerpecillo siguiese en movimiento (aunque sea poco) su mecanismo de carga seguiría funcionando y, con o sin desviaciones (casi siempre, con) seguiría marcando la hora. Seguiría funcionando hasta que yo permaneciese quieto por un tiempo prolongado, fuese por muerte, o por cualquier otra circunstancia. Mi reloj moriría conmigo.
Pero eso pensaba yo… la cruda realidad es que mi reloj murió hace dos días en tierras riojanas. Murió en un paraje espectacular, lleno de viñedos, de buenos caldos, de tiempo de mierda, de campo que huele a campo. Murió feliz, cansado, borracho. Mi reloj padecía el alzheimer de las cosas mecánicas desde hace tiempo, olvidaba el día en el que vivía, incluso el mes y el año. Permanecía ya ajeno a la vida de su dueño, ya no nos reíamos juntos como al principio. Mi reloj murió cerca de Laguardia sin grandes espectáculos; murió de forma callada, como no queriendo interrumpir una noche preciosa, de color burdeos, de risas y vino, de camas separadas.
Mi reloj me ha acompañado hasta ese día en todo momento. Hemos viajado por el mundo, hemos volado con ryanair… Me ha dado sustos de muerte cuando se escondía por casa y no daba con él.
Mi reloj ha vivido conmigo cosas muy buenas, alguna mala y dura, pero siempre digo que soy un tipo con suerte, han sido casi en su mayoría cosas buenas. Mi reloj adoraba ser mirado, y llevaba con mucha dignidad las heridas de su cristal mineral (¿son las canas de los relojes?).
Mi reloj ahora descansa en una estantería con más recuerdos, en primera línea, para poder seguir siendo mirado por mí. Ya no se oye su mecanismo, nada se mueve ya. Me da la impresión de que el cabrón ha muerto con una sonrisa en la cara, la forma cóncava de su calendario retrógrado dice lo contrario, pero yo estoy seguro de que es una sonrisa.

Mi reloj ha vivido bien.

Ya te estoy echando de menos viejo…


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