martes, 21 de enero de 2014

Mis colegas (2)

A mi amigo el Moro, sus amigos le llamamos así por su apellido: Mora.
Mi amigo el Moro es uno de los tipos más interesantes que conozco. Debe andar por el medio siglo vivido, es decir, ha dado más de cincuenta vueltas al sol. Es un hipocondríaco, sufre habituales trastornos de ansiedad, es diabético, toca la guitarra y canta en ‘Los viejos verdes’ y va por la vida montado en su honda shadow.

Mi amigo el Moro y yo nos cruzamos en la vida no hace demasiados años mientras ambos navegábamos por las turbulentas aguas de la música; su grupo y el mío compartimos baterista. Desde que nos conocimos, ambos supimos que nos íbamos a llevar bien; me pasa muy a menudo, es como un flechazo, al poco de conocer una persona, tengo el presentimiento de cómo va a ir la cosa, si merece la pena, si no. Ahora que lo pienso, algo de presentimiento habrá, pero realmente las personas no dejamos de mandar mensajes a los demás a cada segundo, con nuestro discurso, nuestra expresión de la cara, la disposición del cuerpo, etc… Con el Moro creo que ambos tuvimos muy claro que la cosa iba a ir sobre ruedas. Y sobre ruedas fue, nos unen nuestras grandes pasiones, la música, las motos, los bares, las chicas. En cuanto a esto último, no nos une mucho; a mi amigo el Moro le gusta un tipo de mujer que nada tiene que ver con la que me gusta a mí. Su frase preferida para describir a una chavala ideal es: ‘que no chape’ y a mí, sinceramente, me da igual que chapen o que no.

Mi amigo el Moro escribe de puta madre, se trate de canciones, de relatos cortos o historietas de su juventud, lo hace de una manera soberbia, lo hace muy Bukowski, pero con ramalazos emotivos a lo Byron, con una pizquita de Wilde, todo sazonado con unos gramos de Hemingway. Mi amigo el Moro escribe realmente bien. Tenemos el proyecto en mente de escribir una novela a medias, como Ana Rosa Quintana, pero a medias de verdad (esta mala baba gratuita es porque he madrugado un huevo hoy…) pero supongo que jamás llegará a término, somos demasiado inconstantes los dos.

Mi amigo el Moro es del Atleti y en los mundiales va con Paraguay por joder. Como hitos importantes en su vida está el de mantener la salud que ostenta a los cincuenta después de castigar a su cuerpo como lo hacía y lo hace y, sobre todo, haberse trajinado a un personaje público. Al respecto de esto último, reconozco que no controlo mucho este medio, de modo que, por precaución no daré nombres, sólo pistas. Mi amigo el Moro se trajinó a una mujer que actualmente es una política de primera fila de nuestro querido país, una tipa que nada tiene que ver con la ideología política del Moro (yo creo que eso ayudó a que el Moro le diera lo suyo y lo de su prima), y a la tipa en cuestión, parece ser que le gustó la idea de hacer ocho nudos a un fular de seda (nada tosco, que era toda una señorita) y bueno, pues eso, ocho nudos… qué grande es mi amigo el Moro.

Me encantan las historias de juventud de mi amigo el Moro, esas drogas con nombres de medicamentos (bueno, ¡qué coño! ¡es que eran medicamentos!), ese Madrid canalla y putero, sus colegas drogatas, garitos que ya no existen, hostias en motos...

Mi colega el Moro trabajó muchos años en publicidad, hasta que hace dos o así, le echaron a la calle, según él, el puto internet está destruyendo más empleos que Rajoy quien, por cierto, no es el personaje de la política que se trajinó el Moro, al menos que yo sepa. Y ahora, mi colega el Moro, está detrás de cumplir uno de sus sueños, que es abrir una taberna. Se llamará ‘taberna la moderna’ y cuando esté abierta, será un sitio que recomendaré a todo el mundo. Promete buena musiquita de fondo, exposiciones, buenos caldos y buenas viandas. Además, si el cliente tiene suerte y pilla al Moro con un día inspirado, seguramente le cuente como introdujo, uno tras otro, los ocho nudos de ese fular en el ano de aquella política innombrable. El Moro dice que va a ser el Café Gijón de la zona norte de la capital.

Para el que tenga curiosidad, ya tiene varias pistas para cruzarse al moro en su vida. Un concierto de ‘los viejos verdes’ o un vino en  'taberna la moderna’

Mi colega el Moro está que si se separa de su mujer o que si no… y yo, como buen psicólogo, nunca le animo a ninguna de las dos, me limito a pasarle cajas de Lexatín cuando caen en mis manos, luego la verdad, es que el tío comparte, si me ve con una tarde jodida como la del otro día, me da uno a mí; compartir es vivir.

Al igual que con el Barullo, podría seguir todo el día contando cómo es mi colega el Moro, pero con este retazo bastará. Únicamente escribo estas movidas por si en algún momento de mi vida pierdo completamente la memoria. Con estas líneas y alguna de las muchas fotos que tengo de mi colega el Moro, me haré una idea del personaje.


El Moro es otro tipo que merece realmente la pena. Os presento a mi colega, el Moro:



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